Cuando conoció a su mujer, hace treinta años, Arturo Sánchez ya consumía cocaína. Se hizo vigilante de noche en las cocheras de Renfe de Fuenlabrada (Madrid). “Me pasaba ocho horas patrullando entre filas de vagones para que no vinieran a hacer grafitis. Luego, mi locura me llevó a perder el trabajo”, recuerda. Lo que llama … Sigue leyendo
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