Una luna en delgadísimo menguante y casi sobre el horizonte, presagiaba una noche maravillosa. Por cientos, miles, las personas se iban desplazando por las calles; algunas por decir yo participé del concierto, otras por firme convicción, anclada en sus luchas y sueños por construir un mundo mejor.
Innegable no esperar escuchar a Fidel en su Mal País, pero la intervención quedó hermosa, y los fans, por miles, agradecidos de escuchar aquellas notas que pensamos un día, desaparecerían.
Al aparecer Silvio Rodríguez en el escenario, cercano a los 70 años y con toda la poesía y la música a sus espaldas, la ovación se convirtió en una especie de ola que intentaba abrazarse con la noche estrellada y la osa mayor que se lucía por el norte.
En los años 80 y principios de los 90, escuchar a Silvio nos resultaba un acto de rebeldía y transgresión; no era sencillo encontrar su música, cuando alguien tenía un cassete con alguno de sus álbumes, este se iba duplicando progresivamente entre quienes lo degustábamos hasta que la calidad del sonido quedaba fatalmente comprometida. El bloqueo a Cuba, era también un bloqueo a su aporte cultural, a su direccionalidad revolucionaria; Silvio por lo tanto, también estaba bloqueado y vedado, para escucharlo junto a otras manifestaciones musicales cubanas, recurríamos a la frecuencia de Radio Habana que transmitía y sigue transmitiendo en la onda corta (6110 Khz / 49 m).
Con Silvio nos fuimos acercando a la nueva trova latinoamericana, a otras formas de entendernos y de mirar a América Latina. Silvio se constituyó en un referente político, intelectual, cultural y afectivo que marcó a millones de personas en América Latina y más allá de sus fronteras.
Su música nos invitaba a escucharla repetidamente para encontrar lugares en común, para intentar adivinar significados borrosos pero estratégicamente dibujados en sus letras. Con Silvio, con Cuba, con la revolución, con la dignidad y solidaridad que se iba construyendo, íbamos aprendiendo a amalgamar un mundo para toda la humanidad, no para una minoría invasora y depredadora. Con Silvio, la música se nos hizo necesariamente una expresión y vivencia política.
En el viaje mágico de anoche, Silvio saludó y porque no, reivindicó a Cuba, a Venezuela, a Bolivia, a Ecuador, agredidas por el imperio y sus secuaces; y luego se desgajó en tonadas viejas y nuevas que nos recordaron al Che Guevara humano, los horrores del 11 de setiembre, el encanto de la primavera, sus ángeles terrestres y los días y flores que seguimos cosechando con rebeldía y convicción.
Marcos Chinchilla Montes.
Universidad de Costa Rica.





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Publicado por UK webhosting | 14 de mayo de 2013, 12:22 AM